miércoles, 16 de enero de 2008

Otra vez Aquí

Ya estamos de regreso después de unas "merecidas" vacaciones. En familia, comiendo como si lo fueran a prohibir y disfrutando de los placeres que da la comodidad de la casa de uno.

Un mesecito fuera de la isla ha dado para mucho, pero como a estas alturas, los que me seguís conocéis mi amplia capacidad de resumen, no os estañará que lo plasme todo en esta entrada, y justo antes de irme a comer. Esa maravillosa comida griega que aquí en la universidad preparan con tanto cariño.

Pues bien, en el viaje de regreso, hicimos escala un par de días en Atenas, más que nada porque nos daba cosa decir que no habíamos visto el dichoso Partenón, viviendo en Grecia 3 meses. Sobretodo después de que hemos visto cosas que quedan mucho más lejos. En fin. Allí que nos presentamos. Seguramente la mayoría de vosotros, esperareis que diga que no me gusto La Acrópolis por una absurda idea que tenéis de que a mi nada me satisface y siempre estoy poniendo pegas. Bueno pues no os voy a dar la razón. La Acrópolis es impresionante, el Partenón grandioso, las Cariátides preciosas, pero... lo que en realidad me encanto fueron los andamios, maravillosos, y aquellas grúas que tapaban por todos los ángulos el Partenón, eso sí que era bonito.

La estancia en España fue como se esperaba. Reencuentro con los amigos, con la familia, con la comida, con el brasero. Lo que tiene esto de ir a tu casa después de un tiempo. Luego te pasas la mitad de las vacaciones diciendo hola a todos y la otra mitad diciendo adiós de nuevo. Curioso.

El viaje de regreso se hizo interminable. No viajaba con los nervios de la primera vez, y además no iba solo, pero las combinaciones de transporte fueron mortales. Primero llegamos a la T4 a las 24:00 y el avión salía a las 8:00. Pasar la noche en esta terminal es algo que solo se lo deseo a ciertos profesores de la carrera, es imposible dormir en ningún sitio sin terminar con la espalda como un ocho, además los limpiadores han descubierto que si le pegan la mopa a una especie de moto pueden limpiar a toda leche, y te pasan rozándote los pies como si quisieran putearte a cosa hecha. Una vez en el embarque puedes pegar dos bancos y te queda una especie de superficie minúscula en la que te puedes tumbar y en la dormimos una horita al menos. En el avión todo el rato dando cabezadas. En Atenas una hora de metro desde el aeropuerto hasta el puerto.


Luego nos metimos en el barco aproximadamente a las 15:00 y salimos de él a las 23:00. Para quien pueda elegir entre viajar por Grecia en Anek o Hellenic que opte por lo segundo sin lugar a dudas. Sobre todo si por alguna razón el barco se llena de gente hasta la bandera. Solo tiene una sala de asientos y si no tienes cabina te ves dando vueltas por el barco buscando un rincón con moqueta para poder tirarte al suelo y pasar así las seis horitas.



Lo mejor de todo nos esperaba al final. A la llegada a Xania el desmadre total. Solo he visto eso en las películas del holocausto cuando suben o bajan a los judíos de los trenes. Miles que quieren salir otros tantos que quieren entrar y no dejan paso y luego lo mejor. ¿Donde está el autobús que va a Xania? (el barco llega a Suda que es el puerto de la ciudad y que está a unos 9Km). Bueno pues los griegos o no lo sabían o no nos lo querían decir. Venga preguntar. Y los que te decían algo era mentira. Al final después de darle una vuelta al puerto, encontramos el bus y nos montamos arrastrando las maletas entre el gentío. Lo primero que hicimos fue ir a ver a nuestro amigo Kostas, antes conocido como Nikos, dueño del bar donde comemos cuando salimos a comer fuera. Este es un griego que merecerá una entrada propia, sobre todo por la cena de despedida que hicimos antes de navidad. Pero eso es otra historia.